Pregúntale al crepúsculo

En esta ciudad sin ti, la primera vez.
Crepúsculo.

¿Cuándo
atravesarás la Castellana otra vez
y el ruido de los coches no apagará la memoria de tus pasos?


¿Dónde
hay huellas buscando el valle
donde no pastan ya nuestros bisontes?


En ese rincón de poetas, la primera vez.

¿Cómo
taconear el poema
con ritmo de arlequines prisioneros?

En esa escuela de profesores, la primera vez.

¿Para qué?
Si nadie ha enseñado a saltar a un Ángel que iba a morir
hasta darse coscorrones con las nubes.

En esta habitación, la primera vez.
Crepúsculo.

¿Quién?
Volverá a pisar el polvo de la alfombra,
acariciará las caries del tigre para que no ruja
y después abrirá la ventana para que entre el aire.


Dejaste los zapatos rojos con los que
pasas
pisas
taconeas
saltas

Crepúsculo.
Todo el dolor de unos zapatos.
Todo el dolor de una pregunta.
Y todo el dolor de una respuesta.
Crepúsculo.
Y todo el dolor de una palabra.




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