Aceitunas X

La muchacha ahogada en su propio jugo ha de gritar.

Ha de gritar loca de fuego,
haciendo gorgoritos,
ha de gritar borracha de lava,
ha de gritar hasta llenar de sal las ciénagas,
ha de gritar con el útero materno,
ha de gritar ahogada frente al muro de Ceres:
'otoños-otoños-mamá-otoño-
ha de gritar debajo del puente,
subir al cielo,
y romperse los nudillos
sangrando una estampida de bisontes cojos,
ha de gritar frente a las puertas cerradas
con cerraduras tan grandes como una pradera llena de teatros
donde los arlequines
se atragantan con meteoros
rasgan su voz
como este canto de 'paz-paz-ciruela-paz'.

Porque queremos liberar el ritmo de tocadiscos prisioneros,
arrancarle los oídos al sacerdote sordo en el confesionario,
y que shiva nos absuelva de todos los futuros que gritan más que la muchacha.

Grita, niña.
Grita y luego duerme.
Ya no queda nada.


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