Aceitunas terapéuticas IV
En el suelo de la tienda reposan,
el rotulador seco descapuchado,
el volcán casi garabeteado a medio hacer,
y dos cuellos de cisne buscándose
como la brisa busca esta ciudad
que iba a erupcionar en cualquier momento,
y se escuchó un rumor de voces antiguas ya
y después la lava
y ya no eras ni mujer, ni poeta, ni tan siquiera una hoja,
y al desenterrar tus trenzas
tres lunas de castigo y un reloj de cenizas por dibujar
y al llorar,
y la chica tubo lloraba porque le daba la gana,
y tú llorabas gritando tu nombre y protegiendo a la niña
apagasteis el volcán con el llanto de los cisnes entrelazados.
el rotulador seco descapuchado,
el volcán casi garabeteado a medio hacer,
y dos cuellos de cisne buscándose
como la brisa busca esta ciudad
que iba a erupcionar en cualquier momento,
y se escuchó un rumor de voces antiguas ya
y después la lava
y ya no eras ni mujer, ni poeta, ni tan siquiera una hoja,
y al desenterrar tus trenzas
tres lunas de castigo y un reloj de cenizas por dibujar
y al llorar,
y la chica tubo lloraba porque le daba la gana,
y tú llorabas gritando tu nombre y protegiendo a la niña
apagasteis el volcán con el llanto de los cisnes entrelazados.