Aceitunas terapéuticas II
Esa lágrima recién degollada,
este canto no levanta el cuello al cisne,
aquel trapecista sobre el filo del amor,
como una navaja
castrando
uno, ciento dos, dos mil cielos
amanantados por el llanto,
y así conseguimos que llueva de una vez,
dejando húmeda la tierra,
para que nunca más se resquebraje.