Ni las montañas más altas




Nacieron de las faldas de la Sierra, 
conjunto de montañas
nevadas, apiladas en orgía,
como un abrazo grupal 
en el escenario del horizonte. 

La adolescencia se desbordaba
con el deshielo.

El agua llegaba a las acequias.

Toda su  infancia 
subiendo a pedaladas,
al premio de las cimas.

A pedaladas,
por largas cuestas desnudas
como piernas interminables. 

A pedaladas,
llegaban a los medios caminos
que traían el agua de la Sierra
por el chorro de la fuente del hervidero
a vuestras bocas saladas de sudor
y bebíais sentados en los atardeceres.


Aprendían a beber el dulce salado

 de las piernas. 

Sus piernas como cuestas empinadas

 a las montañas más altas.


En lo más alto de tus cimas,
echaron de menos las faldas.

-2-


Pero,
cuándo mi abuelo,
lavaba sus manos en la acequia,
que traía el agua de allí arriba.
Y me daba su mano de secano,
por haber labrao las tierras 
de los señoritos.
Y nos paseábamos por la vega,
que estaba al sur de mi pueblo.

Debajo, 
de las faldas de la sierra.

Y comíamos los brotes de parra que regaba la acequia.

Y acariciábamos las briznas de hierba de las tierras que había sembrado.

Ni las montañas más altas superan ese poema. 

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